Formularnos como artistas conlleva, para mí taller, una recreación de nuestra sensibilidad que denote nuestro propio toque como un sello de la personalidad. Creamos obras artísticas como forma de impregnar nuestra realidad desde una sensibilidad hacia el mundo, una suerte de conmoverse con el mundo y de sentir a partir de uno mismo la belleza que en él abunda, la cual olvidamos en la velocidad de...
Formularnos como artistas conlleva, para mí taller, una recreación de nuestra sensibilidad que denote nuestro propio toque como un sello de la personalidad. Creamos obras artísticas como forma de impregnar nuestra realidad desde una sensibilidad hacia el mundo, una suerte de conmoverse con el mundo y de sentir a partir de uno mismo la belleza que en él abunda, la cual olvidamos en la velocidad de nuestras actividades.
El taller ha tenido una actividad ininterrumpida hace más de 8 años, donde hemos creado vínculos y amistades, mientras exploramos técnicas y obras de distintos ordenes. Siempre buscamos, entre la comunicación con el docente y los alumnos, una comprensión que ahonde en la personalidad y estilo particular de cada uno, buscando principalmente el armado de un corpus de obra de cada estudiante en el cual éste refleje su sello propio.
La marca de competitividad del taller se basa en la búsqueda de este desarrollo personal, evitando, como se hace en otros ámbitos, que el estudiante quede eternamente relegado a la copia de obras o temas que no representan en nada al artista que quiere ser, abandonándose a una suerte de desencantamiento que lo aleja del arte. Por esto último, el taller se plantea como un desafío a la creatividad, una exploración profunda de lo que uno, como artista, quiera ser o representar, una guía para los que se atreven a ver en el arte algo más que una actividad de extracurricula. La intención es que el estudiante pinte, y siga haciendolo, este o no en el taller.
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