Estudiar y aprender un idioma en general produce ciertos estímulos en el cerebro que nos ayudan a mejorar nuestras habilidades en otras áreas como son la creativa, el razonamiento, la resolución de problemas o la habilidad mental.
En las clases se trata de transmitir el conocimiento tanto teórico como lo práctico de la mejor manera asequible, siendo éstas lo más didácticas en lo posible para generar el completo interés en el alumno y que pueda disfrutar la adquisición de la lengua. Siempre se trata de trabajar con métodos no tanto obsoletos para no provocar en el alumno desatención. Se busca siempre emplear la interacción docente-alumnos, es decir, un ida y vuelta, para que todos puedan intervenir con total confianza para organizar, dialogar, pensar, intercambiar ideas a partir de preguntas y respuestas mediante una conversación y, sobre todo, aprender.
El docente nunca va a partir de la suposición de que los alumnos dominan y recuerdan conocimientos o recursos instrumentales de expresión y de trabajo, necesarios para el logro de los nuevos objetivos.
Uno de los tantos objetivos también es detectar el grado de comprensión y localizar con precisión las dificultades que se presenten para con el aprendizaje, lo que permitirá realizar reajustes necesarios en la enseñanza.
Para lograr los objetivos pueden emplearse diversas técnicas de enseñanza: exposición, lecturas, trabajos de escritura, de investigación, etc.
El diálogo puede ser empleado en cualquier momento del proceso enseñanza-aprendizaje satisfaciéndose en cada oportunidad distintos objetivos. El docente debe acompañar sus respuestas con miradas y gestos que evidencien un auténtico respeto por el alumno.